En el año 2008 se conmoró que hacia un siglo desde el nacimiento de esta filósofa y escritora gala, cuyas premiadas dotes literarias se mantuvieron siempre al servicio de las libertades de la mujer.
"Manipuladora y frágil, intransigente y sumisa, tolerante y celosa. ¿Cómo esta pasionaria logró construir su leyenda entre verdades y mentiras?". Con estas duras palabras de la periodista Aghate Logeart, el semanio galo Le Nouvel Observateur celebró el año pasado el centenario del nacimiento de sus compatriota Simone de Beauvoir. A lo largo del 2008, Francia recordó a la escritora con algunos actos simbólicos y numerosas críticas que revisan con sorprendente frialdad el trabajo filosófico y narrativo de esta férrea abanderada del feminismo y el existencialismo.
Hija de George Beauvoir y Françoise de Brasseur, Simone nació en París el 8 de enero de 1908. Educada en el cristianismo y los modales burgueses, su infancia y juventud discurrieron con aires de normalidad: "Alrededor de la edad de la razón, me veo como una niñita formal, dichosa y bastante arrogante", recuerda en su autobiografía "Memorias de una joven formal".
El primer zarpazo a su mentalidad tradicional se lo dio la Universidad de la Sorbona, donde desembarcó para estudiar filosofía. En aquellas aulas, evolucionó hacia posiciones liberales y renegó de su pasado aburguesado. El impuso para este viraje intelectual se lo dio un compañero de facultad, Jean Paul Sartre. Con apenas 20 años, ambos estudiantes unieron sus vida en una liaison que escandalizó a sus contemporáneos -sin casarse ni vivir en la misma casa- y que sólo la muerte logró romper.
Simone relató a menudo sus sentimientos hacia el filósofo, pero donde realmente lo radiografió es en "La ceremonia del adiós" (1981), libro dedicado a Sartre tras su muerte. Esta historia -"amor necesario", lo llamaron ellos- se mantuvo viva a pesar de que ambos tuvieron otras parejas -"amores contingentes"-. La gran pasión de Beauvoir fue, durante casi 20 años, el escritor Nelson Algren, aunque el norteamericano nunca asumió la devoción de la francesa por el filósofo. "No podría ser la Simone que amas si pudiese abandonar mi vida con Sartre", le convencía la escritora en una carta, pero él no soportó este amour à trois y acabó la relación en 1964.
Recibió el reconocimiento de la crítica con las novelas y la adhesión del público femenino con el ensayo.
Con tan solo 21 años, Simone se había convertido en la profesora de filosofía más joven de Francia, una actividad que abandonó durante la Segunda Guerra Mundial para dedicarse por completo a la escritura. En 1943, se unió a la Resistencia francesa y publicó su primer libro, "La invitada", en el que ya abordaba uno de sus temas recurrentes: la libertad y la responsabilidad individual. Las novelas siguieron apareciendo existosamente en el mercado hasta que, en 1954, obtuvo el acreditado Premio Goncourt con "Los Mandarines". Sin embargo el prestigio internacional de Beauvoir procede más de su pluma como ensayista y filósofa que de la ficción literaria.
Tras la contienda internacional, Simone participó junto a Sartre en la fundación de la revista "Les Temps Modernes". "Nos animaba un mismo proyecto y queríamos dar testimonio de todo lo que nos rodeaba", recordaría la francesa años más tarde. Aquella publicación fue el púlpito desde el que difundió con ahínco las bases filosóficas del existencialismo y el soporte en el que la escritora comenzó a esbozar su escritura engagée o comprometida.
En 1971, Simone firmo en "Le Monde" el polémico "Manifiesto de las 343", un texto en el que aquellas mujeres reconocían haber abortado alguna vez.
Esa obligación moral prioritaria de Simone de Beauvoir era la mujer; su redefinición en el siglo XX y su ubicación en la sociedad actual. La escritora plasmó estas reflexiones en "El segundo sexo" (1949), considerado una de las obras fundacionales del feminismo moderno y cuyos argumento se resume en el ya célebre pensamiento: "No se nace mujer, se llega a serlo".
El libro enfureció a los sectores conservadores, pero fue un rotundo éxito de ventas y convirtió a Simone en abanderada de los derechos de la mujer moderna.
Desde aquel momento alternó la publicación de exitosos libros -"Una muerte muy dulce" (1964) o "La vejez" (1971)- con conferencias por el mundo, reivindicando las libertades femeninas, como el aborto. Uno de sus compromisos más polémicos fue su firma en el "Manifiesto de las 343", publicado en "Le Monde" en 1971, en el que aquellas mujeres reconocían haber abortado.
Permaneció fiel a sus principios, hasta que falleció el 4 de abril de 1986 en París.
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