viernes, 17 de julio de 2009

Oscar Wilde



WILDE Y DOUGLAS
EL RETRATO DE UNA PASIÓN

Si el poeta de la "Divina comedia" llegó al paraíso tras vagar errático por el infierno y el purgatorio, OscarWilde y Lord Alfred Douglas hicieron el recorrido inverso. Sus días felices se saldaron con una tragedia que les obligó a purgar sus excesos.


*"Todos los hombres matan lo que aman... Unos matan su amor cuando son jóvenes y otros cuando son viejos; unos lo ahogan con manos de lujuria, otros con manos de oro... Unos aman muy poco, otros demasiado, algunos venden y otros compran; unos dan muerte con muchas lágrimas y otros sin un suspiro; pero aunque todos los hombres matan lo que aman, no todos deben morir por ello". De este modo consideraba Wilde la naturaleza del amor mientras expiaba las heridas de sus fatales dardos, en una larga balada escrita tras abandonar la cárcel de Reading (Gran Bretaña). La pasión que le había herido de muerte respondía a un nombre: Lord Alfred Douglas.

*Oscar Wilde tenía 37 años, esposa, dos hijos y un lugar más que privilegiado en el mundo literario, cuando el joven Alfred vino a teñir de tragedia la brillante comedia que Wilde se había propuesto representar hasta el fin de sus días.

**Alfred vio en Oscar a un ingenioso caballero y éste tomo su belleza impoluta como fuente de inspiración

*El encuentro sucedió durante el verano de 1891. Alfred, que apenas contaba 20 años, se dejó ver una tarde entre el círculo de escritores imberbes que frencuentaban la residencia de Oscar, en el barrio londinense de Chelsea. Después de haber leído por enésima la novela recién publicada de Wilde, "El retrato de Dorian Gray", Alfred pidió a un amigo común que le llevara a una de estas reuniones para conocer al autor. Wilde vio inmediatamente en el apuesto joven "de aspecto jovial, áureo y encantador", el álter ego de su Dorian Gray: un hombre que jamás perdería la belleza y juventud, porque los años y los vicios no estropearían su imagen; en lugar de ello, su retrato oculto iría adoptando una expresión atroz. Douglas, por su parte encontraría en Oscar al "más caballeroso amigo en el mundo".

*La escasa atracción mutua de aquel encuentro se alimentó del gusto que ambos sentían por el placer, el esteticismo y el derroche. Todo un alegato de "virtudes" propias del movimiento decadentista francés que, a medio camino entre lo divino y lo diabólico, hizo mella en la Inglaterra victoriana de fines del siglo XIX. El representante más carismático de los decadentes británicos no era otro que Oscar Wilde.

*Pero las circunstancias de maestro y pupilo eran bien distintas. Wilde había llegado a la cumbre de su carrera por méritos propios. Con un brillante historial académico, hizo de sus excentricidades en el vestir, sus agudas conferencias y sus escritos, un articulado trampolín desde el que cayó con insultante sinceridad moral, en los salones de la estrecha sociedad victoriana. Sus trabajos eran esperados con ansiedad y le proporcionaban buenas rentas. Y, pese a que algunos detractores catalogaban de inmorales sus agudos análisis sobre la conducta humana, había logrado poner a sus pies al exigente público londinense.

*El ocioso joven Douglas, por su parte, descendiente de la nobleza escocesa, creció siempre entre dinero, influencias y una legión de sirvientes. Su padre, el octavo marqués de Queensberry, el belicoso John Sholto Douglas, al que curiosamente se deben las reglas que rigen el boxeo, iba a ser el acicate de la tragedia que viviría la pareja. Cuando Alfred conoció a Wilde, estudiaba en Oxford, escribía poemas y se encargaba de la edición estudiantil de una revista literaria.

**Paraíso

Los dos amigos comenzaron a intimar cuando, en la primavera de 1892, Douglas pidió al escritor que le salvara de un chantaje. Probablemente, había algún objeto que le involucraba fruto de una imprudente relación con un amante "profesional". Alfred no era ningún inocente. Wilde se trasladó inmediatamente hasta la residencia del chico y, tras pasar juntos el fin de semana, dio instrucciones a su abogado para que resolviera el asunto. A partir de entonces, empezaron a verse cada vez con más asiduidad en sus respectivas casas y en hoteles, y a viajar juntos. Wilde no escon´día el interés que sentía por el joven, le pedía que comiera y cenara con él, le enviaba cartas y regalos: "Bosie (apelativo familiar de Alfred) ha insistido en que vengamos a tomar aqui nos sandwiches" - escribe Oscar a su amigo Robert Ross desde el Hotel Royal Palace de Kensington-. "Es un lirio irreprochable... está fatigado, yace como un jacinto en el sofa y yo le venero"·

*La esposa del escritor; Constance Lloyd, aún no era consciente de hasta dónde había llegado la relación de su marido con Alfred, y pensaba que éste era uno más de su extasiado círculo de admiradores. Y de algún modo, ellos tampoco. Como contaría más tarde Douglas en su autobiografia: "La devoción que sentía por Oscar, no estaba fundada, ciertamente, en una admiración física. Yo le amaba porque era brillante y maravilloso... su inteligencia y el hechizante encanto de su conversación superaban por completo las desventajas de su apariencia".

*En esta borrachera de exaltación mutua, los amantes se juntaban para disfrutar de la vida, haciendo gala de un "estético" derroche, en suntuosas mansiones, en los grandes hoteles como el Savoy, que Oscar alquilaba para escribir, en el prestigioso Café Royal o en el burdel de su amigo Alfred Taylor. Pero aquellos excesos pronto iban a mostrarles su doble filo. La primera pelea tuvo lugar a principios de 1893. Bosie despilfarraba el dinero antes de haber aprendido a ganarlo y comenzó a descuidar sus estudios en Oxford. Oscar veia que el joven iba directo a la deriva y trató de poner límite a su despreocupación.

*Aquello provocó más de una discusión: "amadísimo entre todos los muchachos" -le escribía Wilde en una carta- "tienes que dejar de hacerme escenas, me matan, destrozan la belleza de la vida, no puedo verte, tú que eres tan griego, tan elegante, deformado así por la pasión; no puedo escuchar de tus labios carnosos cosas desagradables, no lo hagas, me partes el corazón...". La relación pasaba ahora por un tira y aflojada; cada tres meses, según los cálclos de Wilde, se producía una ruptura, a la que seguía una reconciliación. Bosie no cesaba de reclamar atención. Para mantenerle ocupado, Oscar le invitó a casa a traducir su "Salomé" francesa; el trabajo fue un desastre. El escritor se quejaba de que la obsesiva presencia de Alfred le impedía escribir, pero lo cierto es que durante el tiempo que estuvieron juntos Wilde produjo sus mejores comedias.

*La madre de Bosie habló con Wilde sobre la actitud del joven con respecto a su porvenir y ambos acordaron que el muchacho pasara una temporada en Egipto. Oscar, que no concebía la distancia entre literatura y vida real, le escribía allí cartas de un lirismo exarcerbado: "Londres es un desierto sin tus delicados pies... no tengo palabras para expresar todo lo que te amo".

** INFIERNO

Al regreso de Egipto, Bosie tuvo una discusión con su padre. El marqués, que en un principio había sucumbido a la elocuencia y el ingenio de Wilde, comenzó a alarmarse por la relación que mantenía con su hijo: "Tu intimidad con ese Wilde debe cesar o te repudiaré y dejaré de darte dinero". Aquello era una novedad pues, según se quejaba Bosie, su padre "jamás prestó a sus hijos ni la mitad de atención que mostraba por sus perros y caballos"·. Nada de esto impidió que la pareja se fuera de viaje a Argel. Las cosas empeoraron cuando el hermano mayor de Bosie, Lord Drumlanrig, murió en un sospechoso accidente de caza, después de haber circulado el rumor de que había mantenido relaciones con el primer ministro británico Rosebery. Aquello incitó al marqués a emprender una cruzada para salvar a su hijo pequeño. Intentó sabotear el estreno de la nueva obra de Wilde, "La importancia de llamarse Ernesto", y como no lo consiguió, dejó una carta en el Club de Wilde, en la que le acusaba implícitamente de sodomita.

*"La torre de marfil es atacada por la repulsiva caricatura", se quejaría Wilde en una carta a su amigo Ross. Harto de las persecuciones y azuzado por Bosie -deseoso siempre de enfrentarse a su padre, "que siempre había tratado de forma infame a su angelical madre"-, Wilde dio instrucciones a sus abogados para que obtuvieran una orden de arresto contra Queensberry por libelo criminal.

**Descenso y caída: Oscar es juzgado y condenado a dos años de prisión. Alfred deja Londres.

*Pero aquella decisión se volvería en su contra. El marques fue considerado inocente al actuar "en defensa del bien público". Y, además, consiguió que Wilde se sentara en el banquillo. Una enmienda a la ley de aquel año 1895 convertía en criminal cualquier persona que hubiera cometido un acto de "flagrante indecencia" y así fue intrepretada en el juicio la relación que Oscar supuestamente había mantenido con personas de su mismo sexo.

*La doble moral victoriana que el escritor ridiculizaba en sus obras se cobraba ahora la venganza. Tras un controvertido juicio, el veredicto fue implacable: dos años de trabajos forzados. En el tiempo que precedió a la causa, Bosie visitó a Oscar casi a diario. "La lástima y la compasión intesificaron mi amor por él", escribiría en su autobiografia. Oscar, por su parte, protegió a Alfred negándose a presentarle como testigo frente a su padre y obligándole a refugiarse en Europa. Más tarde reconocería: "Me hubiera gustado que protestaras contra la interpretación dada por tu padre a nuestra amistad".

*Los amigos más cercanos del escritor le aconsejaron que saliera de Inglaterra antes de que fuera demasiado tarde, pero Wilde eligió enfrentarse a la acusación. Durante el proceso, escribió delirantes cartas a Bosie asegurándole que la prisión sería una prueba más de la fortaleza de su pasión: "Aún cubierto de fango te adoraré, desde el más profundo de los abismos te llamaré... Has sido el supremo amor de mi vida, el único perfecto".

**PURGATORIO

*En la cárcel, Wilde se abandonó al dolor: Lo había perdido todo: su casa, su obra, su dinero, la mayor parte de sus amigos y su familia. Enfermo, hambriento, sometido a las duras condiciones de la prisión y abrumado por la noticia de la muerte de su madre, culpó de todo a Alfred. En una carta escrita a su amigo Ross le pidió que recuperara los regalos que había hecho a Bosie y cualquier objeto que en un futuro pudiera comprometer la reputación de los hijos del escritor: "La idea de que lleve puesto algo de lo que le regalé me repugna... Me empujo al abismo de la ruina y la deshonra para satisfacer el odio que sentía por su padre y otras pasiones innobles. Ha destrozado mi vida".

*Douglas, ajeno a tales acusaciones, se compadecía del sufrimiento de Wilde y culpaba de todo a la hipocresía inglesa. Un Oscar más sereno escribiria desde su encierro una larga carta a Bosie que se convertiría en una obra maestra, "De profundis". En ella, admitía la parte de culpa que le correspondía y animaba a Alfred a que hiciera lo mismo: "El vicio supremo es la superficialidad. Todo lo que se comprende está bien".

*Tras ser liberado, en 1897, el escritor abrió su corazón de nuevo a Bosie: "me resulta muy triste la idea de que el odio, la amargura y el desprecio deban ocupar para siempre el sitio que en mi corazón perteneció una vez al amor". Pero lo que Oscar deseaba comprobar, más que otra cosa, era si el muchacho sguía sintiendo la misma admiración por él, ahora que era poco menos que un paria. Ambos comenzaron a escribirse. Bosie pedía un encuentro, pero Oscar temía las consecuencias jurídicas. Sus respectivos familiares habían amenazado con retirarle cualquier tipo de rena, si reanudaban su relación. Incluso, la indulgente Constance anunció a Oscar que le prohibiría ver a sus hijos si lo hacia.

*Pese a todo, los amantes volvieron a verse. Estuvieron juntos en Nápoles unos meses, en los que las discusiones fueron frecuentes. El encanto del pasado se estaba muriendo. En su autobiografía Bosie recordará: "Wilde siempre sostuvo que su amor por mí fue ideal y espiritual". A su salida de la cárcel le acusé de que éste no era realmente el caso y que había otro aspecto en la relación. Él dijo: "Ah, eso fue algo tan pequeño y sólo por accidente; en esencia siempre fue una busqueda del ideal y por último se tornó en algo totalmente ideal".

*Tras aquellas vacaciones juntos, Alfred volvió a Inglaterra ansioso por publicar sus poemas y hacerse un hueco en el mundo literario sin la sombra de su mentor. En tanto que Oscar fijó su residencia en París, donde Bosie le visitaría varias veces. Una herida mal curada en el oído a consecuencia de una caída en la prisión, le hizo guardar cama. En una cena que compartieron el 12 de agosto de 1900, Oscar le dijo a Alfred que no viviría para ver el comienzo del nuevo siglo. Pero nada hacía presentir aquello, por lo que al día siguiente Bosie salió de viaje a Escocia. No volveria a verlo con vida. El 30 de noviembre de aquel mismo año moria Wilde. A los pies de su cama se encontraba su fiel amigo Robert Ross. Alfred regresó de su viaje en cuanto se enteró de la noticia, justo a tiempo para hacerse cargo de todos los gastos del entierro.

**ALFRED DOUGLAS TUVO QUE ENFRENTARSE A LA VIDA SIN OSCAR WILDE. DEL RESENTIMIENTO PASÓ A LA COMPRENSIÓN.

*Dos años después de la muerte de Wilde, Douglas rehizo su vida sentimental y contrajo matrimonio con la poetisa británica Olive Eleanor Custance, quien le dio un hijo. Con el tiempo se convirtió en un activo reaccionario -Wilde siempre le acusó de haber heredado el carácter belicoso de su padre-, dilapidó su herencia y tuvo una vida llena de juicios, uno de ellos por difamar a Winston Churchill. Incluso, pasó por prisión, experiencia tras la cual escribió "In Excelsis" un poema que respondía claramente a "De profundis", en el que no trataba muy bien a su antiguo amante. Sin embargo, en los últimos años volvió a admirar a Wilde y defendió su memoria hasta el día de su muerte, en 1945.

*Cabe preguntarse si Oscar hubiera seguido amando a Bosie, cuando éste perdió su belleza y juventud. El escritor jugó siempre con ventaja en esto. Estaba su obra inmortal. En realidad, Wilde siempre vivió la vida como una proyeccón de su creación literaria. Hasta en su reclusión concibió una obra poética, "La balada de la cárcel de Reading". No hay duda de que hizo honor a su máxima, puesta en boca de un personaje de "El abanico de Lady Windermere": "Todos estamos en la cloaca, pero algunos miramos a las estrellas".

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